martes, junio 08, 2010

 

Aves rapaces. La definición de derrotas y victorias. El eclipse Jabulani.

Me han dicho que un día como hoy, si no actualizaba este blog, debería enterrarlo para siempre en una fosa sin lápida, olvidado en los tiempos. Probablemente sea cierto y probablemente sea esa la razón por la cual me estoy obligando a mí mismo a escribir.

Este domingo tuvimos la primera contienda real, con números reales, de esta carrera presidencial. El premio no era mucho: el comité radical de la provincia de Buenos Aires. Pero tampoco es poco en un momento en el cual todos están ávidos de definiciones políticas. Cada periodista de cada diario que se edita en el país, sea en papel u on-line, se asemeja a aquellos cóndores que cruzan el cielo despejado de Cuyo con pocos aleteos profundos, observando con la vista entrenada cada detalle de lo que sucede en el suelo. Así es como, frente a cualquier palabra, gesto o murmullo que de pistas (o que pareciera dar pistas) de posibles definiciones políticas por parte de los candidatos se abalanzan y despedazan los discursos, los textos, para recoger algunas palabras y llevarlas a su nido, descontextualizadas, desmembradas, como alimento para sus pichones. No, no son cóndores. Los cóndores vuelan alto y solitarios. La imagen más exacta sería la de los chimangos, que vuelan a media altura y, generalmente, en grupos. Pero el daño ya está hecho.

En este caso, al fin, les estaban dando comida de verdad. Un buen banquete con toda la ceremonia. La lista que apoyó públicamente Ricardo Alfonsín le ganó a la lista asociada al vicepresidente Julio Cobos. 58% a 42%, una diferencia enorme si se tiene en cuenta que los perdedores provienen de la UCR tradicional mientras que el espacio de Alfonsín se presenta como la facción de "el cambio".

Nuestros queridos chimangos se abalanzaron como pirañas sobre peces dorados y lo que quedó luego del traslado al nido y la digestión es la conclusión de que Alfonsín le había ganado a Cobos. Que ahora, finalmente, pueden pelear cabeza a cabeza. Creo que esta es una opinión indigestamente exagerada. Mientras que Alfonsín se jugó al todo o nada apoyando de lleno la elección e incluso "peleándose" con la otra rama radical, Cobos se mantuvo aislado de la contienda. Toda vinculación, en realidad, aparecía en los clásicos condicionales de las noticias pero no existían frases serias que podrían haber relacionado al vicepresidente con la lista perdedora. De esta forma, perder o ganar no lo afectaba en lo más mínimo porque se mantenía como la instancia que está más allá del conflicto provincial y eso resaltaba, por supuesto, su imagen como sujeto nacional. Alfonsín, por el contrario, podía perder y ser sepultado de la forma ya comentada más arriba. O no, dado el tiempo que falta para las elecciones y lo poco que le importa a la gente estas instancias electorales a corta escala.

 Alfonsín ganador, con un elemento ya olvidado en la imagen pública política: el cigarrillo.
(foto de Diego Waldmann)

Pero ganó su lista, frente al asombro de todos, y ahora todo el chimanguerío va a estar atento a cada cosa que diga o haga Alfonsín, en esa relación extraña en la cual la misma atención mediática le da exposición pública a un sujeto que supuestamente posee esa atención dada su exposición pública. Cobos no puede ser considerado un derrotado, pero eso nos deja con una deuda de perdedores. ¿Quiénes se vieron humillados esa tarde de domingo? La respuesta tiene que ser Leopoldo Moreau y Federico Storani, referentes de la UCR tradicional y vinculados a Cobos. Son la vieja guardia provincial, que estuvieron junto al Alfonsín padre pero que ahora sufren su descendencia. Por supuesto, no creo que de aquí surjan quienes definan el perfil del partido, pero perder frente a un "nuevo" de local es un duro golpe en la ingle. Las razones pueden ser varias y mucha gente se inclina a decir que la similitud entre padre e hijo y la nostalgia de la población son las grandes causantes de este fenómeno. Pero yo creo que esta interna dio estos resultados no tanto por una buena campaña de Alfonsín sino por una pobre campaña de Moreau y Storani, que pueden haber creído que la pelea iba a resultar más sencilla. Sólo 120 mil personas de 800 mil radicales afiliados al partido fueron a votar, así que probablemente muchos de esos ausentes sean gente no movilizada por la lista "tradicionalista", pero que la hubieran votado.

Ya pasó todo y Alfonsín, como era de esperar, llamó a la unidad hacia todos lados: cobistas, socialistas, Carrió... Ya están apareciendo carteles en las redes sociales que proclaman un Alfonsín - Binner 2011. Es extraño, porque hace un año o más yo pensaba que una posible lista podía ser Cobos-Binner. El gran problema que veo en esta amplísima convocatoria a la unidad de lo que llaman Acuerdo Cívico (que tristemente nos recuerda a pastiches como los de la Alianza), aquello que no puedo entender, es el acercamiento a Carrió. Nada bueno puede salir de asociarse a alguien cuyo rédito político está en constante desgaste dada su tendencia a cambiar constantemente de alianzas y amistades políticas. Ahuyenta más de lo que puede aglutinar y, creo yo, de lo que podría aportar con votos.

Pero nada importa. ¡NADA! Porque en unos día comienza el Mundial de fútbol y se va a armar un gran agujero negro en la política y todos vamos a estar prestando atención solamente a los partidos al ritmo de "wooo oo oo oooo, uwooo oo oooo oo ooo, when I grow older, I will be stronger...". He estado en Johannesburgo a los 10 años, en 1995, y recuerdo muchas cosas, entre ellas estar jugando al yo-yo al lado de una fogata en una cena nocturna en medio de la sabana del Kruger National Park, rodeados de una cerca electrificada para ahuyentar a los animales salvajes . Recuerdo las montañas de polvo de oro al lado de minas y de nuevas autopistas, y recuerdo el miedo de la gente blanca a salir de noche porque los negros "se estaban tomando revancha de tantos años de apartheid". 15 años pasaron y parece como ayer. 15 años y aquellos nombres que me sonaban tan familiares a mí ahora están en boca de todos.

En fin, el Mundial, como las elecciones, se da cada cuatro años. Ya que no puedo votar dada mi condición de israelí aún no nacionalizado, voy a ejercer mi otro derecho cívico y, como buen ciudadano, voy a perderme en la multitud de banderas para desaparecer hasta dentro de un mes, cuando el eclipse que genera la nueva pelota Jabulani se disipe del todo y podamos nuevamente mirar en forma directa a la cruda realidad política.

Eclipse Jabulani

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