The Rise And Fall Of The Bolchevique Superstar

Que no quepa ninguna duda. Estamos siendo atacados. Oscuras fuerzas pusieron a trabajar sus más brillantes mentes y decidieron combatirnos con un tradicional método: el humo. La ciudad está en tinieblas y mi habitación espesa, gris, nebulosa. Las náuseas empiezan a aparecer.
Es el fin. No sé cuánto podré aguantar hasta caer en la asfixia, destino de cada porteño y granbuenosarino.
No, señoras, señores, niñas y niños. No vino en forma de nieve asesina controlada por extraterrestres dictadores. Tampoco volvió en forma de fichas. Es humo. Es Londres al cuadrado.
Es la erupción de un volcán y la posterior caída de cenizas.
Es ducharme, haber dejado la ventanita abierta y sentirme sucio al salir de la ducha.
Es tener los ojos irritados.
El sol se pone blanco y la luna roja. Los vehículos se detienen para siempre. La comida viene con ceniza.
Desde el campo comienza la revolución y estamos todos en la lista roja. No hay simpatía para el diablo. Pronto se sumarán otros. Los basureros no recolectarán basura y los gatos, todos grises de hollín, harán festines entre las bolsas de consorcio. Algunos comen en las de basura orgánica. Otros se acurrucan entre los plásticos inorgánicos.
Hasta que alguien las prende fuego. Más humo y pestilencia. Los bomberos abandonan su trabajo y se mudan al Nahuel Huapi.
Los barbijos se están acabando.
Michael Jackson sonríe un poco.
Y ya falta poco para que, en su salsa, aparezcan los Jack destripadores sudamericanos.
Tengan miedo.
Mucho miedo.